Archivos para diciembre, 2015

Pocas cosas exasperan más que las preguntas tontas, que en realidad son sólo cuestiones comunes pero difíciles de responder sin sonar grosero.
El problema entre el entendimiento de las personas es que el sentido común no es el mismo. Lo que para mí es sencillo de entender, para el prójimo representa una complejidad absoluta, dado que las perspectivas de la vida son diferentes y la forma de ver el mundo también difiere de la propia.
Sin embargo, hay respuestas que a muchos de nosotros nos gustaría escupir en la cara de todos aquellos que nos preguntan, reiteradamente, lo mismo.
Aquí algunas de ellas; algunas me las aportaron amigos o conocidos, aunque no necesariamente relacionadas la una con la otra.

—Y ¿qué más me cuentas?…
—Cuento los minutos para poder mandarte al diablo, sin hacerte sentir mal, porque no me interesas en lo más mínimo.

—¿Cómo te gustan los hombres/las mujeres?
—Sí, bueno, en realidad me gustan que tengan dos manos, una boca y me vendría genial que tenga su naríz bien puesta. No importa que esté bien pendejo(a) como tú, nomás con que respire (actualización de aquel dicho de las abuelas «no le hace que esté chato, nomás que resolle»).

—¿Cómo no tienes novio/novia? Has de tener un montón de pretendientes

—En realidad, desde que asesiné al último novio(a) que tuve y lo enterré en el patio de mi casa, nadie más ha aceptado a andar conmigo.

—Pero, ¿y por qué no te has casado?

—De hecho, guardé el vestido de novia de la última vez que no pude casarme. Ahí lo traigo en la cajuela del auto, por si se ofrece.

—¿Y la novia, sobrino?

—¿Y el marido golpeador con el que te casaste y que después te abandonó, tía?

—¿Y el novio, sobrina?

—No tengo, tía. No estoy muy convencida de querer tener tres hijos de diferente padre, justo como tú.

Cuando te acabas de casar:

—¿Y por qué se casaron?
—Porque se nos dio la rechingada gana. ¿O cuántas razones dices que necesita el jodido Código Civil para hacerlo?

Cuando no te quieres casar:

—¿Por qué no te quieres casar?
—Perdón por no ser de esas personas que requieren necesariamente a alguien a su lado para seguir viviendo. Neta perdón.

—¿Por qué te mudaste a esa ciudad, en la playa?

—Porque quise. ¿Recuerdas todas esas pendejadas de superación personal, que tanto pregonas, sobre perseguir y cumplir los sueños? Pues, porque a diferencia de ti que vives en la misma ciudad desde hace años y estás harto de tu zona de confort, yo sí hago lo que quiero con mi vida, incluida la de vivir en el lugar que me gusta, aunque sea encabronadamente difícil al principio.

Cuando apareces con el cabello 20 cm menos largo:

—¡¿Te cortaste el cabello?!
—No, ha desaparecido por partes. Se me va cayendo 1 centímetro cada dos horas.

Cuando alguien viene de visita a tu casa:

—¿Tienes baño?
—No, el que tenía lo derrumbaron la última vez que lo usaron. Pero hay una letrina colectiva aquí en frente del parque. ¿Gustas?

Cuando eres taxista, y estás esperando pasaje con el auto estacionado y VACÍO:

—¿Está libre?
—No, imbécil. Estoy esperando aquí, contemplando cómo pasa la pinche vida a lo pendejo.

Cuando pierdes algo…

—Pues ¿dónde lo dejaste?
—En la cuarta dimensión, a donde se van todos los objetos perdidos que NO sabes dónde los dejaste.

—Me robaron mi celular.

—¿Quién?
—Algún imbécil como tú, pendejo.

—Entonces… ¿eres lesbiana y te sientes hombre?

—Sí soy lesbiana, pero no me siento ni quisiera ser hombre. Y, aunque así fuera, estás tan pinche fea que me daría un poquito de asco acostarme contigo. Perdón, neta perdón. Y si sigues chingando, te voy a atropellar con mi tráiler.