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AUTOR: Fer Cañas
FOTOGRAFÍAS: Alejandra Martín, madre de Cristóbal.
EDICIÓN: Juan Rivera.


Cuando te digo el nombre de Cristóbal Bonilla Martín, seguro para ti no representa mucho. Para nosotros, la vieja escuela, representa recuerdos. Recuerdos de alegría, de campamentos, de amistad, pero también de un profundo dolor que, a 15 años, sigue presente.

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Cristóbal Bonilla, como tú, decidió entrar a la Cruz Roja Mexicana de la Juventud porque la emoción de ayudar al prójimo le inflamaba el pecho; sí, como a ti, juventino.

Cuando yo llegué en 1996 a la Cruz Roja de Querétaro, él ya tenía algunos años. El uniforme que tanto amas hoy, era muy diferente en aquellas épocas. El pertenecer a Cruz Roja y portar el uniforme de pantalón blanco, camisola blanca y boina roja, nos costaba mucho, hasta sangre. Cuando yo crucé por primera vez las puertas de la novísima delegación, él ya estaba ahí.

Cristóbal, junto a Fabio Moreno, como parte de la escolta institucional.

Cristóbal, junto a Fabio Moreno, como parte de la escolta institucional.

Cristóbal, por su disciplina, rápidamente llegó al cuerpo de dirigentes. Anteriormente, la Cruz Roja Mexicana de la Juventud tenía una Presidencia y programas de servicio. Los programas eran carteras que se encargaban de cumplir con los objetivos que el otrora Comité de Juventud se había planteado. Cristóbal desde luego, por su gran amor a la Cruz Roja y su pasión por los Derechos Humanos, era el encargado de dirigir el Programa de Difusión de los Principios Fundamentales y de Derecho Internacional Humanitario (DIH). Durante su paso por DIH, creó el archivo Minerva (inteligencia) en donde se encontraban documentos sobre Derecho Internacional Humanitario, diapositivas y vídeos que apoyaban la labor de difusión de nuestro Movimiento Internacional de la Cruz Roja y Media Luna Roja.

Cristóbal llegó a ser Difusor III, un gran honor que pocos en la época podían presumir, ya que era un curso de difusión que sólo el Comité Internacional de la Cruz Roja podía impartir.

Gracias a él, muchos de los que ingresamos a la Cruz Roja, aprendimos a amar profundamente los Principios Fundamentales del Movimiento y nuestro emblema.

Cristóbal era reservado pero un chico muy alegre. Era inquieto en cuanto a lo que nuestra institución podría hacer. Esa inquietud le llevo a crear el programa más exitoso de nuestro comité: Navidades Felices.

Navidades Felices

Cristobal en el año 2000 en Pinal de Amoles, entregando despensas y cobijas dentro de «Navidades Felices»

Navidades Felices era un programa asistencial que no sólo contemplaba el repartir artículos necesarios para que las comunidades sopesaran el frío, sino que integraba todas las carteras del comité para que, dentro sus áreas, diesen atención a la comunidad seleccionada. SERCOM (Servicio a la Comunidad) era el encargado de la colecta de víveres, cobija y ropa, no sólo con la comunidad, sino con empresas e instituciones; ACNI, (Amor y Comprensión Nacional e Internacional) era el encargado de dar recreo y diversión durante las jornadas de Navidades Felices; PROSALVID (Protección a la Salud y a la Vida), se encargaba de brindar educación preventiva en materia de salud y prevención de riesgos; DIH (Difusión de los Principios Fundamentales y de Derecho Internacional Humanitario) era la cartera encargada de dar a conocer lo que era (es) el Movimiento humanitario más grande del mundo. Y sí, Cristóbal a sus escasos 17 años, creó este programa asistencial.

WhatsApp Image 2019-11-21 at 12.51.43Ya con 21 años, Cristóbal, de forma natural, se convirtió en Presidente del Comité Local de Juventud. Los que formaron parte de su grupo, saben que su disciplina llevó a continuar con la grandeza de nuestro Comité.

Con muy poca edad, Cristóbal fue condecorado en diversas ocasiones por la nuestra institución; no era para menos. Ya por esos años, Cristóbal daba tiempo a la Cruz Roja y a sus estudios de Relaciones Internacionales en la Universidad del Valle de México.

Cristóbal, planeando la ayuda en caso de desastres naturales.

Cristóbal, planeando la ayuda en caso de desastres naturales.

Años después, Cristóbal dejó la Presidencia del Comité de juventud y en el año 2000, se convirtió en el primer Presidente del Comité de Desastres de la Delegación Santiago de Querétaro dado su esfuerzo en la coordinación de los distintos centros de acopio organizados en la Cruz Roja para las inundaciones del sureste del país a finales de los años noventa. Anteriormente, sólo contábamos con el Comité Estatal de Desastres. La Cruz Roja en el estado, tal y como entonces la conoces actualmente, era muy pequeña en aquellos años.

Después de su paso por desastres vinieron los cambios. Poco a poco dejamos de verlo en las jardineras de la delegación. El Comité de Desastres, poco a poco se hacía más pequeño hasta que finalmente desapareció.

La última vez que vi a Cristóbal fue en febrero de 2001. Celebramos en aquel entonces los 91 años de nuestra amada Cruz Roja Mexicana. Recuerdo como se acercó a saludarnos al Dr. Jesús Olvera y a un servidor, quienes entonces éramos Presidente y Vicepresidente respectivamente. Pocas veces recuerdo detalles, pero en esta ocasión lo recuerdo como ayer. Vestía un pantalón de mezclilla gris, camisa blanca y una chamarra de mezclilla un poco deslavada. Nos abrazamos y compartimos algunas palabras. Al final se despidió y entre la gente se fue perdiendo por el Jardín Guerrero, Fue la última vez que nos vimos.

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Cristóbal, cuando se tituló como Licenciado en Relaciones Internacionales, lo hizo con una tesis sobre el respeto de los Derechos Humanos. Hoy me pongo a pensar que es muy triste que aquello que tanto amó, fue lo que le quitó la vida.

WhatsApp Image 2019-11-21 at 12.43.03El 23 de noviembre de 2004, una muchedumbre enardecida decidió quitarle la vida de la manera más vil. Aquella noche yo lo vi morir en vivo en televisión nacional en el noticiero de Adela Micha.

Después de aquel último abrazo le perdimos la pista. Lo volvimos a encontrar pero ya sin vida. Ahí nos enteramos que al término de su carrera se enlistó en la Marina Armada de México y posteriormente pasó a las filas de la recién creada Policía Federal Preventiva. Su ideal siempre fue la paz y el respeto por la dignidad humana, por lo que colaboraba en labores de inteligencia en el cuerpo policíaco con el fin de combatir a quienes delinquían y arrebataban infancias y vidas.

Lo que tanto amó, le quitó la vida: sus derechos humanos no fueron respetados.

No entraré en detalles sobre el destino funesto de Cristóbal. Este texto es un pequeño homenaje que hago a nombre de los que lo conocimos. Cada vez que sientas sobre tu pecho el emblema de la Cruz Roja, recuerda que antes de ti, pasaron por esos mismos adoquines que hoy pisas, gente excepcional que pocas veces la vida, nos da oportunidad de conocer.


Además de sus múltiples reconocimientos y nombramientos dentro de la Cruz Roja Mexicana, Delegación Querétaro, en julio de 2018 el Presidente Enrique Peña Nieto entregó la condecoración post mortem Caballero Águila a Cristóbal Bonilla Martín, esto en una ceremonia del Centro de Mando de Iztapalapa durante la conmemoración del Día del Policía Federal. La condecoración, que se recibió en manos del padre de Cristóbal, el Sr. José de Jesús Bonilla, se otorga para aquellos elementos de la PF que hayan fallecido en el cumplimiento de su deber, en la ceremonia una sección de fusilería ejecutó una salva de honor.
“Felicidades muy especialmente a los familiares que recibieron la condecoración Caballero Águila en nombre de sus seres queridos”, acotó el presidente.  

El padre de Cristóbal entregó a Peña Nieto una fotografía de su hijo cuando era niño, que el mandatario guardó en su saco. 

Con información de SDP Noticias, Reforma y El Universal.

Pocas cosas exasperan más que las preguntas tontas, que en realidad son sólo cuestiones comunes pero difíciles de responder sin sonar grosero.
El problema entre el entendimiento de las personas es que el sentido común no es el mismo. Lo que para mí es sencillo de entender, para el prójimo representa una complejidad absoluta, dado que las perspectivas de la vida son diferentes y la forma de ver el mundo también difiere de la propia.
Sin embargo, hay respuestas que a muchos de nosotros nos gustaría escupir en la cara de todos aquellos que nos preguntan, reiteradamente, lo mismo.
Aquí algunas de ellas; algunas me las aportaron amigos o conocidos, aunque no necesariamente relacionadas la una con la otra.

—Y ¿qué más me cuentas?…
—Cuento los minutos para poder mandarte al diablo, sin hacerte sentir mal, porque no me interesas en lo más mínimo.

—¿Cómo te gustan los hombres/las mujeres?
—Sí, bueno, en realidad me gustan que tengan dos manos, una boca y me vendría genial que tenga su naríz bien puesta. No importa que esté bien pendejo(a) como tú, nomás con que respire (actualización de aquel dicho de las abuelas «no le hace que esté chato, nomás que resolle»).

—¿Cómo no tienes novio/novia? Has de tener un montón de pretendientes

—En realidad, desde que asesiné al último novio(a) que tuve y lo enterré en el patio de mi casa, nadie más ha aceptado a andar conmigo.

—Pero, ¿y por qué no te has casado?

—De hecho, guardé el vestido de novia de la última vez que no pude casarme. Ahí lo traigo en la cajuela del auto, por si se ofrece.

—¿Y la novia, sobrino?

—¿Y el marido golpeador con el que te casaste y que después te abandonó, tía?

—¿Y el novio, sobrina?

—No tengo, tía. No estoy muy convencida de querer tener tres hijos de diferente padre, justo como tú.

Cuando te acabas de casar:

—¿Y por qué se casaron?
—Porque se nos dio la rechingada gana. ¿O cuántas razones dices que necesita el jodido Código Civil para hacerlo?

Cuando no te quieres casar:

—¿Por qué no te quieres casar?
—Perdón por no ser de esas personas que requieren necesariamente a alguien a su lado para seguir viviendo. Neta perdón.

—¿Por qué te mudaste a esa ciudad, en la playa?

—Porque quise. ¿Recuerdas todas esas pendejadas de superación personal, que tanto pregonas, sobre perseguir y cumplir los sueños? Pues, porque a diferencia de ti que vives en la misma ciudad desde hace años y estás harto de tu zona de confort, yo sí hago lo que quiero con mi vida, incluida la de vivir en el lugar que me gusta, aunque sea encabronadamente difícil al principio.

Cuando apareces con el cabello 20 cm menos largo:

—¡¿Te cortaste el cabello?!
—No, ha desaparecido por partes. Se me va cayendo 1 centímetro cada dos horas.

Cuando alguien viene de visita a tu casa:

—¿Tienes baño?
—No, el que tenía lo derrumbaron la última vez que lo usaron. Pero hay una letrina colectiva aquí en frente del parque. ¿Gustas?

Cuando eres taxista, y estás esperando pasaje con el auto estacionado y VACÍO:

—¿Está libre?
—No, imbécil. Estoy esperando aquí, contemplando cómo pasa la pinche vida a lo pendejo.

Cuando pierdes algo…

—Pues ¿dónde lo dejaste?
—En la cuarta dimensión, a donde se van todos los objetos perdidos que NO sabes dónde los dejaste.

—Me robaron mi celular.

—¿Quién?
—Algún imbécil como tú, pendejo.

—Entonces… ¿eres lesbiana y te sientes hombre?

—Sí soy lesbiana, pero no me siento ni quisiera ser hombre. Y, aunque así fuera, estás tan pinche fea que me daría un poquito de asco acostarme contigo. Perdón, neta perdón. Y si sigues chingando, te voy a atropellar con mi tráiler.

Por José Juan Rivera.


Navidades Felices

Cristobal en el año 2000 en Pinal de Amoles, entregando despensas y cobijas dentro de «Navidades Felices»

En esa noche, no fue suficiente el par de albóndigas que mi mamá me había servido para cenar por el apetito que había acumulado durante el día. El postre y las albóndigas iban a terminar exactamente en el mismo lugar, la taza del baño, al ir a parar ahí por el estómago revuelto a causa de lo que iba a escuchar y mirar en la televisión…

Si en la vida me había gustado ese noticiero nocturno de Azteca, con esa noche tuve para no volver a querer verlo nunca. Imágenes del helicóptero con la «jauría» de pobladores de San Juan Ixtlayopan y al centro un pequeño rastro del fuego que estaba por terminar con la vida de Cristobal, sino es que ya lo había hecho.

No sabía lo que estaba haciendo Cristóbal en esos últimos dos años ni a qué se dedicaba (mismos dos años que perteneció a la Coordinación de Inteligencia de la PFP). El escuchar el nombre de «Cristobal Bonilla Martínez» con Javier Alatorre, junto con las imágenes y la explicación, que estaba por demás, lo primero que sentí fue mucha incertidumbre. Una parte, la mayor, de mí se negaba a creerlo y otra se aferraba a que el apellido «Bonilla Martínez» se alejaba del «Bonilla Martín» que era el de mi amigo. Al cambiarle a López-Doriga, y con él escuchar ese «Martín» pendiente, me hizo correr y hacer esa visita mencionada en el primer párrafo.

No hice más que llamar a Fabio, amigo más antiguo que yo de Cristóbal, y enterarlo de la noticia. Las siguientes horas fueron interminables, deseando todos de que no fuese verdad y de que todo hubiese sido una mala jugada o una muy desafortunada confusión. En los medios de comunicación se escuchaban excusas baratas como «al parecer eran secuestradores», «se veían muy sospechosos, muy extraños», «nadie les comprobó ninguna insignia oficial, vestían de civil», «ya tenían varios días rondando la escuela del pueblo». Según Proceso, pobladores «argumentaban»:  «que los policías estaban fotografiando a los niños de una escuela, incluso que se habían llevado a un par de ellos. Otras versiones indican que los detenidos habían sido sorprendidos agrediendo sexualmente a los menores». No he escuchado pendejadas mayores hasta la fecha. No sabían lo que había detrás de esos seres humanos.

Al día siguiente, a eso de las 4 de la tarde, Liliana me llamó por teléfono. Yo no quería contestar. Con un «sí, es él», una parte de mí se dobló en ese momento. Se encendió un odio hacia esa gente, una impotencia que duraría hasta la fecha.

Su sepelio estuvo lleno de sentimientos encontrados. Ver a juventinos de Cruz Roja de la época en la que estuvo él, a unos que ni yo lograba identificar. Tener a juventinos «infantiles» a nuestro lado, cantando el himno con todas sus pequeñas fuerzas, llorando junto con nosotros a pesar de nunca haberlo conocido. Abrazarte con tus amigos por un amigo que ya no iba a estar, al menos físicamente.

Y también, recibir al gobernador, a políticos y a policías que en la vida lo habían visto o escuchado de él hasta ese suceso. Dar «sentidos pésames» a sus familiares, como si realmente sintieran la pérdida. Como si en verdad pudiesen sentir lo que sus padres y hermanos estaban sintiendo.

Al segundo sábado después del asesinato, en una de esas noches donde cambiar de canal es tu único compromiso social, «Lolita» De la Vega (en su programa de autopromoción, Frente a Frente) fué la primera emisión en la que me di cuenta que pasaron las imágenes íntegras y sin censura del asesinato de Cristóbal. No era posible, no en la imaginación de los que lo conocimos y le aprendimos, que tal aberración fuese necesaria. No les tengo que decir que a la fecha esas imágenes siguen en la red en portales de «noticias». Bonita forma de «sensibilizar» (¿?). Y me siguen causando la misma impotencia como si fuese aquel día…

Que, en su momento, Fox haya cesado a Marcelo Ebrard por su incapacidad de intervenir cuando en ese momento era Secretario de Seguridad Pública de DF, NO BASTA. Que la CEDH de Querétaro lo haya declarado mártir a raíz de su muerte, NO BASTA. Que le hayan realizado reseñas en otros tantos medios de comunicación, NO BASTA. Que en 2009 (5 años después) hayan condenado a 49 años a sus principales asesinos, NO BASTA.

Hace un par de semanas tuve la oportunidad de estar cerca, a escasas calles de ese lugar, de comprobar la ignorancia, la falta de valores humanitarios de esa «gente». El enojo sigue vivo, sin poderles gritar lo que por años muchos de mis amigos, amigos de Cristóbal, hemos sentido y callado. Intentando hacer como si no hubiese pasado, como si Cristobal no se hubiese ido y como si simplemente le dejamos de ver por causa del trabajo o de otras ocupaciones.
  • Cristóbal Bonilla Martín estuvo por más de 10 años en Cruz Roja. Jamás se subió a una ambulancia a atender alguna emergencia.Su trabajo lo desarrolló por varios años al frente del Comité de Juventud. Creó el archivo Minerva, con libros sobre Derecho Internacional Humanitario. Fue Director del Programa de Difusión de ese mismo derecho. Ese mismo Cristóbal, me enseño Instrucción Militar, que me puso a hacer 50 «lagartijas» por llegar tarde el segundo día de mi curso, ese que me acompañó a Pinal de Amoles a repartir ropa y alimentos a poblaciones marginadas por Navidades Felices.
  • Tuvo acciones destacadas en la organización del centro de acopio por las inundaciones de Puebla, Tabasco y Veracruz de 1999.
  • No fumaba, no bebía. Sonreía cuando podía, porque siempre estaba pensando en que iba a hacer al siguiente momento.
  • Se tituló en la UVM de Querétaro, en la Licenciatura en Relaciones Internacionales,  a través de una Tesis en Derecho Internacional Humanitario, su pasión. Regaló una copia de esa tesis al archivo que el ayudó a crear, «Minerva».

En 2004 asesinaron a un amigo, a un ejemplo, a mi Presidente del Comité de Juventud de Cruz Roja en Querétaro. Sus derechos humanos no se respetaron. Por eso lo que hoy escribo, para recordarlo a mi manera.

 

Cristóbal, planeando la ayuda en caso de desastres naturales.

Cristóbal, planeando la ayuda en caso de desastres naturales.

Hace tiempo fui a una fiesta para niños, de esas a las que uno va por compromiso, a las que uno no puede faltar.
Lo mejor de la tarde fue el mago. Parecía ser de los principiantes, de esos al que los trucos les salen al revés.

En uno de ellos, intentó jalar el mantel de su mesita con los platos encima.
Su intención era que todo quedara en su lugar, pero todo terminó siendo un desastre.
Cuando jaló la tela, las cosas que tenía encima saltaron por todos lados.
Nadie salió lastimado. El mago era muy malo, pero no pendejo. Las tazas y platos parecían de cerámica china, pero eran realmente de plástico inofensivo.

Los niños observaron el acto con caritas de asombro. Luego pasaron del asombro a la emoción. Como que el acto frustrado les hizo más alegre la fiesta.
A los adultos pareció que la cara del mago les provocó enojo y compasión. Sobre todo a los papás de la niña festejada.

No sé, me imagino que el mago ensayó cientos de veces, aunque al final, a la hora de la hora, todo le falló.

En la vida este tipo de cosas nos pasan un chingo de veces. Que no nos salen como las planeamos. Pasa más seguido de lo que uno quisiera. Y pues es un dolor de tanates con el que se tiene que aprender a vivir.

Uno no vino a la vida para andarse lamentando, autocompadeciéndose.
Cuando te caes, te levantas.
Te callas, lo haces, y sonríes.
Eso me enseñaron mis papás y en Cruz Roja.

En fin. El mago estaba bien pinche guapo y pues yo seguí disfrutando la fiesta.